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Meter al dolor en el cajón e introducirme dentro de la alegría. Dejar de sentir que me muero si no te tengo dentro cuando el reloj marca la medianoche, agarrar el móvil y no pensar en que ojalá pudiese llamarte y hablar contigo hasta que el cielo cambie de color. Caminar sin tener que agachar la cabeza cuando veo que la gente ahí fuera se ama, se ama con mayúsculas. La mayoría no saben una mierda de las heridas, y la mitad no saben acabar de lamer con el suficiente tacto para que se cierren definitivamente. Me comporto como una cobarde, lo se, pero todo aquello que se siente duele, y a mi parecer yo ya sentí mucho. Echo de menos los labios que me cosian la boca a besos. Y por mucho tiempo que espere nunca te escuchare decirme "Tengo un hambre feroz esta mañana. Voy a empezar contigo el desayuno."
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Una vez más, he tenido que tragarme las ganas de vivir y hacer un esfuerzo tremendo por no vomitarlas. Esperaba este sábado con muchísimas ganas, pero al final entre unos y otros, se pusieron de acuerdo para que terminase la noche llorando como una completa tonta. (no tengo fotos, están en tuenti y no me acordé de pedir que las pusiesen para descargar; de todas formas, no valen para mucho, así que dejo algunas del viernes). Me siento más gilipollas que nunca, como un trapo. Sabía que al terminar el verano, las cosas no iban a ir a mejor, es que lo sabía. Y aquí estoy, ya no sé qué pensar, qué esperar, ni siquiera sé qué sentir. No tengo ni idea de cómo conseguir sentirme mejor, aunque solo sea conmigo misma. No tengo el valor para devolver jugarretas; ni el valor ni el odio suficiente. Y menos mal que hay personas que realmente merecen la pena, que están ahí para darte una palabra de ánimo, para subir a verte a casa y meterse contigo en la cama, secarte las lágrimas y llorar contigo si hace falta. Estoy cansada, cansada de todo. Y me duele en partes de mí que ni siquiera sabía que existían, me duele que todo se esfume tan de repente, me duele que haya quien finja no darse cuenta de lo que pasa, me duele que haya quien, a estas alturas, se atreva a jugar... y hacer trampas.
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Una vez más, he tenido que tragarme las ganas de vivir y hacer un esfuerzo tremendo por no vomitarlas. Esperaba este sábado con muchísimas ganas, pero al final entre unos y otros, se pusieron de acuerdo para que terminase la noche llorando como una completa tonta. (no tengo fotos, están en tuenti y no me acordé de pedir que las pusiesen para descargar; de todas formas, no valen para mucho, así que dejo algunas del viernes). Me siento más gilipollas que nunca, como un trapo. Sabía que al terminar el verano, las cosas no iban a ir a mejor, es que lo sabía. Y aquí estoy, ya no sé qué pensar, qué esperar, ni siquiera sé qué sentir. No tengo ni idea de cómo conseguir sentirme mejor, aunque solo sea conmigo misma. No tengo el valor para devolver jugarretas; ni el valor ni el odio suficiente. Y menos mal que hay personas que realmente merecen la pena, que están ahí para darte una palabra de ánimo, para subir a verte a casa y meterse contigo en la cama, secarte las lágrimas y llorar contigo si hace falta. Estoy cansada, cansada de todo. Y me duele en partes de mí que ni siquiera sabía que existían, me duele que todo se esfume tan de repente, me duele que haya quien finja no darse cuenta de lo que pasa, me duele que haya quien, a estas alturas, se atreva a jugar... y hacer trampas.